Lo que realmente pasa en el break room de una que se convierte en la más peligrosa del mundo.
Cada mañana, el mismo ritual: café en mano, charla casual y, sin saberlo, un intercambio de contraseñas más fluido que cualquier sistema de SSO. “¿Tú también entras con la misma clave de tu mail?”, “Yo usé la del WiFi del coworking, así no se me olvida”. Todo con la mejor intención… y el peor impacto.
Lo que parece una escena inofensiva en la zona de descanso, en realidad representa uno de los focos más comunes (y menos atendidos) de vulnerabilidad en entornos corporativos: el mal manejo de las credenciales. Entre la confianza mal entendida, la informalidad operativa y la ausencia de controles automatizados, se abren puertas a accesos indebidos, suplantación de identidad y exposición de datos sensibles.
En la “oficina más peligrosa del mundo”, el atacante no necesita vulnerar firewalls… solo necesita escuchar un rato en la cocina.
El resultado: no importa si el error fue humano, técnico o accidental. El sistema reacciona antes de que sea una crisis.