
En casi todas las hojas de ruta, la nube y la IA prometen velocidad. En casi todos los comités, esa velocidad se pierde en trámites de acceso, contraseñas que caducan, cuentas huérfanas y auditorías interminables. Ese lastre tiene nombre: deuda de identidad.
No figura en el estado de resultados, pero drena presupuesto, talento y tiempo. La solución no pasa por agregar más herramientas aisladas, sino por establecer un plano de control de identidad que orqueste lo existente y habilite lo que sigue.
Cuando el CIO se involucra de forma directa, la tasa de éxito de iniciativas digitales sube de manera significativa. La identidad deja de ser un tema técnico y se convierte en infraestructura de negocio.
El plano de control integra personas, aplicaciones y dispositivos con políticas consistentes y señales de riesgo en tiempo real. Tres decisiones estratégicas hacen el cambio medible:
No es un big bang. Es evolución guiada por arquitectura. Lo existente se integra y se gobierna mejor:
La identidad no es un rubro de seguridad. Es el plano de control que devuelve velocidad, reduce costos ocultos y escala la confianza en la organización. Quien domina la identidad acelera la nube y la IA sin turbulencias.